Inés Rosales: icono de la tradición y vanguardia

admin 10 de noviembre de 2015 0
Inés Rosales: icono de la tradición y vanguardia

La torta de aceite se elabora con harina, levadura, limón, ajonjolí, anís, aceite virgen extra y azúcar; no hay ingrediente oculto que sea el secreto del éxito de las tortas de Inés Rosales, se trata de un intangible único que las hace especiales, apreciadas e internacionales.

105 AÑOS DE HISTORIA

Hace ya más de un siglo, una mujer del Aljarafe sevillano, Inés Rosales Cabello, desempolvó una antigua receta que se hundía en el acervo mestizo de la gastronomía andaluza. Inés, empujada por la mala situación económica que vivía la España de principios de siglo, comenzó a elaborar tortas de aceite para poder llevar algo más de dinero a su casa. En un principio elaboraba la masa de las tortas de aceite en su hogar de Castilleja de la Cuesta y después de darles forma, las llevaba hasta el horno del panadero del pueblo, quien le permitió cocinarlas en su obrador hasta que Inés tuvo dinero suficiente como para poder hacerse con un horno propio.
Nada más salir las primeras hornadas, las tortas se convirtieron en todo un éxito. La alixeña comenzó a vender sus dulces en el cruce de La Pañoleta y en la antigua estación de Sevilla, poco le duraron en el canasto. Algunas semanas después ya tenía a varias mujeres que se encargaban de la distribución de las tortas, que poco a poco iban cogiendo renombre y fama entre los sevillanos y viajeros que pasaban por la capital hispalense.
No pasó demasiado tiempo para que las Legítimas y Acreditadas tortas de Inés Rosales comenzaran a sorprender incluso a quien las creó, ya que en tan solo unos años el obrador tendría que reubicarse en hasta dos sitios distintos debido al imparable crecimiento. Además, a causa de la alta demanda, Inés se vio obligada a pasar de elaborar sus tortas en cuencos de barro y amasarlas sobre latas sobrantes de la harina del pan, a tener que invertir 13.000 reales en útiles propios para acelerar todo el proceso. Fruto de este éxito empresarial surgió en Castilleja de la Cuesta una floreciente industria pastelera que, desafortunadamente, no ha llegado hasta nuestros días. Por desgracia, Inés muere en 1934, a los 42 años, dejando un negocio pujante que no paraba de crecer y ganar prestigio.

EL AFIANZAMIENTO DE UN ICONO

Sería difícil imaginar la gastronomía sevillana sin un producto tan insigne como la torta de Inés Rosales. Tras la muerte de la fundadora, coge las riendas de la compañía su hermano Esteban (El Tito), quien tendrá como principal reto superar la dura situación que España vive durante la guerra y los años posteriores. Con el estraperlo y la carencia de las principales materias primas, Inés Rosales vive una desaceleración en su imparable crecimiento, pero consigue salir adelante.
Ya a mediados de los años cincuenta se incorpora al negocio Francisco Adorna Rosales, único hijo de Inés, que comienza a dirigir la compañía junto a su tío. Como resultado de la bonanza económica del momento y la inmigración andaluza como demandante de un producto con tantas raíces afectivas, en este período la torta de aceite se sitúa en nuevos mercados, con el consiguiente aumento de la productividad y la generación de recursos económicos.
Durante esta etapa se incorporan la torta de polvorón, la de almendra, el bizcocho y la bizcochada al portafolio de productos. Asimismo se implantan las primeras mejoras tecnológicas. Los hornos morunos de leña dan paso a los rotativos de gasoil. El lebrillo de Lebrija, donde se amasaban las tortas, le da el relevo a las amasadoras mecánicas de palillo. Además, se hace un intento de empaquetado mecánico que, al no dar el resultado esperado, se abandona.

CRISIS INTERNA

En 1983, Inés Rosales deja de estar en manos del hijo de la fundadora y es comprada por un grupo de inversores. La nueva directiva aborda cambios en cuatro áreas de la empresa: la organización interna, la tecnología de producción, el packaging del producto y la organización comercial. Sin embargo, todo fracasa debido a una mala gestión, previsión y poca planificación estratégica. Tras dos expedientes de regulación de empleo y la empresa al borde de la quiebra, en 1985 Inés Rosales es comprada por cuatro accionistas del sector pastelero que eligen a Juan Moreno Tocino como director de esta nueva etapa.

DE CASTILLEJA AL MUNDO

Inés Rosales experimienta en los últimos 30 años una transformación que la convierte de nuevo en una marca modélica. Tras unos años difíciles, debido a la mala situación económica en la que se encontraba la empresa, retoma mercados internacionales y nacionales, pero esta vez con un mayor refinamiento a la hora de elegir a los distribuidores, siguiendo una estrategia premeditada y clara.
A partir de 1991, y por necesidades de espacio, se construye la planta de Huévar del Aljarafe, que coexistirá con la fábrica de Castilleja hasta 1995, año en que cesa la actividad en ésta última. Una nueva generación de amasadoras sustituye a las anteriores y se instala un horno eléctrico continuo. Las ‘labradoras’ (operarias que elaboran las tortas) trabajan directamente sobre la cinta del horno. La cocción se regulariza y la torta de aceite ya no cambia de ubicación ya que en la misma línea se cuece, se enfría, se envuelve y se empaqueta. La sensibilidad del producto a la humedad se resuelve empaquetándolo en un envase hermético que lo aísla, con lo que permanecen durante mucho más tiempo los valores organolépticos del mismo.

Los avances y los aciertos por parte de la nueva directiva son evidentes. Actualmente, Inés Rosales exporta a más de 30 países, estando presente en mercados tan dispares como Estados Unidos, Brasil, Alemania, Finlandia, Japón o Emiratos Árabes Unidos. En los países extranjeros se trata de un manjar gourmet que debe contar con las certificaciones de elaboración y calidad internacionales, como es el caso de la normativa BRC. Además, esta internacionalización obliga a un empaquetado renovado y en otros idiomas, más vistoso y atractivos para otras culturas.

UNA MARCA EN EXPANSIÓN

Actualmente, y pese a la crisis, Inés Rosales factura más de 14 millones de euros anuales, contando además con con una producción de 14 millones de paquetes de tortas de aceite al año y 1.000 toneladas de otros de sus productos.
Además, este icono de la gastronomía andaluza puede presumir de tener una plantilla media de 110 empleados, favoreciendo a las familias andaluzas no solo por este hecho, sino también debido a que la materia prima usada para elaborar tanto las tortas como sus otros productos, son el 75% procedentes de nuestra comunidad autónoma.
Como objetivos, Inés Rosales se plantea consolidarse en los mercados exteriores, y buscar nuevos países a los que exportar sus productos. La empresa se propone como reto aumentar el índice de exportaciones, que actualmente es del 25%.

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