El Ejido, la ciudad que alimenta a Europa

admin 10 de noviembre de 2015 0
El Ejido, la ciudad que alimenta a Europa

Parece sorprendente que la provincia de Almería contenga la única infraestructura hecha por el hombre capaz de distinguirse nítidamente desde el espacio. Las grandes ciudades del mundo son una mota de polvo en comparación con los invernaderos de El Ejido. ‘El mar de plástico’, como es conocida esta gran concentración de cultivos hortícolas, ocupa un total de 122 km2, algo más que la superficie del área metropolitana de Manchester.
El Ejido está situado en la comarca del Campo de Dalías, una región casi desértica junto al mar Mediterráneo, a 37 kilómetros al oeste de la capital almeriense. El nombre de esta ciudad, que en la actualidad cuenta con más de 84.000 habitantes, proviene del término latino ‘exitum’, ‘salida del campo’, hecho que manifiesta su eminente pasado agrícola. El municipio de El Ejido está formado por varios núcleos urbanos, lo que permite a la ciudad tener puerto, el de Almerimar, a pesar de encontrarse a unos 9 kilómetros del Mediterráneo. Otros municipios pertenecientes a El Ejido son Guardias Viejas, Las Norias de Daza o Santa María del Águila.
Las lomas que se alzan a algunos kilómetros de la costa permiten ver con precisión la descomunal extensión de invernaderos y naves que conforman la huerta de Europa. La ciudad de El Ejido, con un núcleo urbano en el que residen más de 45.000 personas, parece un borrón en mitad del surco de kilómetros y kilómetros de plástico blanco que bordea la línea de costa.
El Ejido nunca ha sido un municipio tan poblado como en la actualidad. De hecho, su crecimiento y población se debe a los últimos 60 años de historia. En el pasado sus tierras fueron una explanada donde se asentó la villa romana de Murgi, fundada alrededor del año 70 d. C. De esta tardía ciudad romana se han encontrado termas, un circo y tumbas con ricos ajuares de personas acaudaladas. Con el paso de los siglos, la dispersión de Murgi fue cada vez mayor y durante los primeros años del siglo VII sería totalmente abandonada.
Durante la época musulmana y cristiana, El Ejido no fue un núcleo de población, sino un lugar de pastoreo y enclave para la Mesta tras la conquista de los Reyes Católicos. A comienzos del siglo XV, la zona queda prácticamente despoblada tras la expulsión de los moriscos. Unos años después, un plan de colonización por parte de los castellanos viejos permitió que la zona fuera habitada de nuevo.

EL DESPERTAR DE EL EJIDO

A finales del siglo XIX, El Ejido tan solo contaba con 48 vecinos dadas las malas cosechas que conseguían crecer en aquellas tierras baldías, pero después de la Guerra Civil, a principio de los años 50, los habitantes de la sierra almeriense de Gádor y de la Alpujarra granadina partieron en busca de una nueva vida en el Campo de Dalías. Fueron años difíciles, la pobreza y el hambre tras la contienda consumían a España, y los emigrantes que llegaban a El Ejido encontraban ante sus ojos un terreno inhóspito de tierra yerma y desértica.
Sin embargo, se dice que el hambre agudiza el ingenio, y así fue cómo los nuevos habitantes comenzaron a transformar el Campo de Dalías en un auténtico oasis a base de esfuerzo, perseverancia e inteligencia. El Gobierno, mediante el Instituto de Colonización, dependiente del Ministerio de Agricultura, comenzó a incentivar el desarrollo de la zona, construyendo una infraestructura acuífera que permitiese a los habitantes de El Ejido regar sus campos gracias al agua proveniente de la sierra de Gádor. Este Instituto también edificó viviendas en varios núcleos dispersos del Campo de Dalías y el Campo de Níjar, comenzando además a dar cobertura logística a los colonos. A mediados de los años 50 y principios de los 60, El Ejido empezaba a despegar a la cabeza del denominado ‘milagro almeriense’, basado en la agricultura intensiva.

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EL SECRETO DEL ÉXITO

Si algo no faltaba en el Campo de Dalías era la arena. Al encontrarse junto a la costa, la arena y la tierra salada dificultaban la siembra y el crecimiento de las plantas. Los agricultores, jóvenes en su mayoría y con gran iniciativa, decidieron apostar por un método revolucionario: el ‘enarenado’. Este sistema requiere de una preparación previa ya que durante el verano, la parcela es cultivada mediante el ‘enarenado’ por lo que ha de mantenerse con barbecho para que seque, eliminando de esta manera las malas hierbas. Posteriormente, ya en otoño, el agricultor debe dar una ligera labor de arado y depositar una fina capa de lima de rambla. Tras allanar la parcela en tres ocasiones imprimiendo diferentes inclinaciones en función de la orientación del suelo, finalmente se cubre el suelo con 2 centímetros de estiércol y se termina con una capa superior de arena de unos 30 centímetros de espesor.
Algo de lo que se dieron cuenta estos jóvenes agricultores posteriormente, tras una gran inundación en 1973 que les permitió a reinventarse gracias a las ayudas, es que debían de cubrir los cultivos con plásticos para que de esta manera los vientos huracanados propios del Campo de Dalías no causaran estragos en el enarenado. Además, los plásticos permitían suavizar la temperatura, disminuir la aparición de plagas y la incidencia del sol y la lluvia. Durante estos años también se produjo un gran avance para los cultivos: el riego por goteo, inventado en Israel en los últimos años de la década de los 50.
Los agricultores que apostaron por este sistema comenzaron a ver resultados sorprendentes en sus cosechas nunca antes vistos. Algunos cuentan con orgullo cómo los cargos del Ministerio de Agricultura en Madrid se quedaban atónitos al recibir solicitudes para exportar sandías en marzo, teniendo varias cosechas en un mismo año y desafiando la lógica de la agricultura tradicional.

Hace unos años, científicos e ingenieros comenzaron a estudiar el sistema de enarenado encontrando grandes beneficios, tal y como las buenas cosechas de los agricultores ejidenses ya auguraban. Entre las muchas ventajas de este sistema, se encuentra la conservación de la humedad del suelo, llegando a ahorrar hasta un 20% de agua en comparación a realizar el proceso mediante técnicas de cultivo comunes. Además, se incrementa la temperatura del suelo de 2º centígrados en invierno respecto a un suelo sin enarenar, llevando consigo un adelanto de, aproximadamente, 10 o 20 días en la recolección de la cosecha. Sin embargo, no todo son ventajas, ya que uno de los mayores puntos en contra que tiene la técnica del enarenado es el alto coste que tiene el realizarlo, en torno a un 40% mayor que el coste de los cultivos convencionales.
Cada cuatro años se lleva a cabo el ‘retranqueo’, que consiste en eliminar las capas del enarenado dándole una labor al suelo de unos 30 centímetros de profundidad para dar un nuevo abono mineral al terreno.
Generalmente, los cultivos anuales se realizan en dos ciclos distintos, siendo aprovechada la parcela durante todo el año. Aunque hay distintas combinaciones, lo más común es que la temporada comience en junio o agosto, con la plantación de distintas variedades de pimientos, tomates, calabacines, judías, berenjenas o pepinos; tras un ciclo aproximado de unos cuatro meses, entre diciembre y febrero se cultiva por segunda vez el suelo con sandía, melón, judía de enrame o la col.

LA DESPENSA DE EUROPA

En las plantaciones de El Ejido son cultivadas anualmente 20.000 hectáreas de frutas y hortalizas que suman un total de más de 2 millones de Tm, y suponen unos ingresos totales, tan solo en exportaciones, de 1.500 millones de euros. Andalucía es la comunidad española que más frutas y hortalizas exporta al extranjero, con un 33.3% del total de las exportaciones españolas. Almería, que supone el 43% de la exportación de la comunidad, se alza muy por encima del resto de provincias andaluzas en este sector.
Los países que más demandan los productos de la despensa ejidense son, por orden: Alemania, Francia, Reino Unido, Países Bajos e Italia. Pero no solo son los países europeos los que demandan las hortalizas y frutas de El Ejido, sino también países como Emiratos Árabes Unidos, Estados Unidos, Canadá o Brasil.
Aunque gran parte de las explotaciones agrícolas continúan siendo de carácter familiar, la innovación es fundamental para la mejora de la resistencia de los cultivos y, a su vez, la mayor eficiencia para el control de plagas o un aumento de la resistencia ante las inclemencias del tiempo. El Ejido hace ya algunos años que se dio cuenta de la vital importancia de la inversión en I+D+i, creando el Centro Universitario Analítico Municipal dependiente del Ayuntamiento de El Ejido y la Universidad de Almería, un laboratorio referente en materia de innovación agraria.

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